Presentación digital «Pasiones carnales» de Marta Robles
Marta Robles presentó en un encuentro digital organizado por la Fundación Cámara de Sevilla, “Pasiones Carnales. Los amores de los reyes que cambiaron la Historia de España”. Una novela que recorre doce siglos de historia empezando por el último rey visigodo, Rodrigo hasta Alfonso XIII.
DEL CONTENIDO
Pasiones carnales sigue un orden cronológico. Nos lleva desde el castillo de
don Rodrigo, a principios del siglo VIII, hasta finales del reinado de Alfonso XIII.
Aunque las historias —las pasiones— están relacionadas con los reyes y las reinas,
no siempre son ellos los protagonistas principales del relato.
Así, frente a capítulos claramente centrados en los monarcas, como «Felipe II,
el rey de sexualidad secreta» o «Fernando VII, el falo más grande y feo para el rey
más deseado que resultó ser un felón», encontramos otros de protagonismo
compartido, como «Carlos IV, María Luisa de Parma y Manuel Godoy, “la trinidad
en la tierra” o la historia de una perversa confesión», y algunos focalizados en otros
personajes, mujeres en su mayoría, entre los que encontramos desde amantes
reales hasta cortesanas pasando por nobles cuya libertad sexual dio lugar a
acusaciones que han perdurado durante siglos, como «Beatriz de Bobadilla, la
sangrienta dama cazadora».
Nota de la autora:
Después de recorrer doce siglos de Historia de España, en esa carrera de
obstáculos que supone la falta de documentación contrastada y las distintas versiones
que ofrecen los diferentes cronistas e historiadores de los mismos hechos, he llegado a
la conclusión de que soy una atrevida. Y lo soy porque acepté el reto de zambullirme
en la trastienda de lo contado, mucho más difícil aún de comprobar, sin oponer la más
mínima resistencia.
El viaje me ha costado innumerables horas, un esfuerzo ímprobo y casi la salud,
pero debo reconocer que también me ha hecho aprender y me ha divertido tanto como
para que haya merecido la pena.
Tras acabarlo, he certificado que es imposible juzgar a los hombres fuera de su
tiempo, pero también que, en un mundo donde «Todo en la vida trata sobre el sexo,
excepto el sexo, que trata de poder» (Oscar Wilde dixit), hay que cercar a los poderosos.
O lo que es lo mismo: impedir que su impunidad los conduzca a convertir sus méritos
en catástrofes y a arrastrar en la tragedia a cuentos dependan de ellos.
En nuestra Historia ha habido monarcas mejores y peores, y, sin ellos, que
siempre gozaron de ese enorme privilegio que supone el acceso a la cultura, no
existirían ni nuestras mejores pinacotecas ni nuestras más destacadas bibliotecas.
Hubo monarcas que se dejaron la sangre en los campos de batalla y que lucharon
por su pueblo, al que amaban más que a sí mismos, con extraordinario denuedo. Otros
no, la verdad. Otros aprovecharon la Corona para exprimir la vida y gozar de todos los
caprichos vedados al resto de los mortales. Y casi todos, buenos, malos o regulares,
creyeron que, sencillamente, se merecían lo mejor por haber nacido donde nacieron.
Marta Robles